jueves, 7 de abril de 2011

Por el silencio de Javier Sicilia



A la familia Sicilia Ortega y a todas las miles de víctimas y personas mutiladas de sus seres queridos en nuestro país.
Nunca en mi vida vi tantas personas tomar las calles de Cuernavaca. Y sobre todo, reivindicando la poesía: miles de personas inundando las principales calles de esta hermosa ciudad que hace 50 años fue un foco de pensamiento humanista de talla mundial, cuando personas como Ivan Illich, Erich Fromm, Gregorio Lemercier, Sergio Mendez Arceo, tuvieron a bien a cuestionar los órdenes económicos, políticos y espirituales que dieron origen al mundo que hoy habitamos los seres humanos.
Nada de eso queda ya. Cuernavaca es una ciudad mutilada, afeada por el poco amor de los gobernantes que hemos tenido a lo largo de tantas administraciones cortas de visión, poco comprometidas con la ciudadanía que dicen representar. En lugar de ser un faro de las humanidades y las artes, del turismo, de la ecología y la investigación científica (como bien podría ser por sus más de 20 centros de investigación y tecnología a nivel nacional), Cuernavaca es una ciudad a la que ya no se puede salir sin miedo por las noches.
Por eso y por mucho más  decidimos protestar. Porque estamos hartos de la criminalización de las víctimas inocentes de una guerra que no pedimos; porque los partidos políticos han sido mezquinos (15% de las ciudadanía anuló su voto en las pasadas elecciones, casi comparable a lo que obtuvieron los demás partidos en el números de votos), porque las autoridades judiciales no han capturado a ninguno de los responsables de los más de 300 asesinatos impunes en nuestro estado; porque estamos hartos de ver tanquetas en las calles, ser sometidos a innumerables revisiones, ser tratados como basura humana.
Bien lo dijo Javier: estamos inermes cuando no hay a quien acudir cuando se necesita procurar la justicia. Esto lo dijo frente a la procuraduría. Y frente al ejército pidió que vuelvan a la honorabilidad, que no es posible que les tengamos miedo y que atenten contra los derechos humanos. No podemos ser tratados como estadística, como meros consumidores, porque nos rebajan a un nivel sub-humano, casi animal. Y cuando no hay manera de defenderte porque cualquiera te puede vejar y nadie te va a hacer justicia, entonces sí que estamos jodidos.
Javier Sicilia, en medio del innombrable dolor de la muerte de su hijo, pudo representar a los miles de víctimas de esta guerra inútil, despiadada, estúpida, que solo ha traído desgracias para nuestro país, puesto que no ha bajado el consumo de drogas. En lugar de eso, nuestra justicia se ha corrompido más, el tejido social se ha desgarrado más, y estamos en una situación de emergencia nacional. Pudo hablar por la impunidad en tantos crímenes: los niños de la guardería ABC, las muertas de Juárez, los jóvenes de Salvarcar, los desaparecidos aquí y allá… ¡YA BASTA!
Un líder intachable, con un profundo amor cristiano, compasivo ante la ignorancia en la que están sumidos los criminales, que cuida cada una de sus palabras. Un poeta. Y los poetas ponen a girar al mundo. Así que cuando dijo que su silencio poético era en realidad un grito, todos en la plaza de armas le entendimos perfectamente. Se guardaron 5 minutos de silencio y toda la plaza calló. No se anduvo con consignas estúpidas contra el alcalde, gobernador o el presidente. Sí parafraseó a Alejandro Martí: “Si no pueden, renuncien”. Pero hizo ver que la responsabilidad era de todos, que necesitábamos concordia, no divisiones absurdas, como lo han hecho los partidos políticos en sus fatuas luchas por el poder.
Javier llamó a los jóvenes a usar las redes sociales a tomar el país, puesto que en ellos recae la esperanza de recuperarlo, de devolverle la dignidad a México, e impulsar con toda la energía y la fuerza a que el cambio se manifieste de una vez, sin que sea posible postergarlo. Es ahora.
Fue sorprendente ver a personas de todas las clases sociales, de todas las universidades, de todas las colonias de Cuernavaca ahí presentes, convocados por la voz del poeta. Y dentro de esta tristeza infinita que nos causan las muertes irreparables de Juan Francisco Sicilia y los amigos que lo acompañaban, hay algo de justicia poética en que sus muertes sean las semillas de un nuevo México. Hoy miércoles sería el novenario, y en las calles había quizás unas 30 mil personas (quizás más) exigiendo justicia.
El poeta velará a los jóvenes, se plantará hasta que resuelvan el caso, y mientras tanto el movimiento crece. Está en ciernes la consolidación de un gran movimiento por recuperar la dignidad nacional. Es un honor que un poeta de la talla moral de Javier Sicilia sea quien represente este cambio. Alguien con una palabra poderosa, que tiene la fuerza sagrada del verbo divino que es la poesía.
En la plaza todos gritábamos: ¡Javier Sicilia, somos tu familia! ¡No están solos! ¡Más poesía, menos policía! Gritos milagrosos en este México en donde aún cabe la esperanza.