martes, 26 de enero de 2010

San Kevin y el mirlo

por Seamus Heaney

De rodillas, los brazos en cruz, el santo
     Está dentro de su celda, pero la celda es tan angosta,
   
     Que una palma volteada sale por la ventana,
     Rígida como una viga transversal, cuando un mirlo
     Llega a posarse: pone sus huevos y se dispone a anidar.
   
     Kevin siente los tibios huevos, el pequeño pecho,
     La cabeza y garras acurrucadas, se sabe parte
     De la gran cadena de la vida eterna,
   
     Y eso lo mueve a piedad: ahora habrá de mantener la mano
     Como una rama a merced del sol y de la lluvia semanas enteras,
     Hasta que los polluelos rompan el cascarón, echen plumas y vuelen.
   
      *

    Y ya que todo esto es algo imaginado,
     Imagina que eres Kevin. ¿Cómo estará?
     ¿En olvido de sí o en agonía todo el tiempo,
   
     Desde el cuello hasta los adoloridos antebrazos?
     ¿Se le habrán dormido los dedos? ¿Sentirá aún las rodillas?
     ¿O acaso la mirada en blanco del subsuelo
   
     Habrá trepado a través suyo? ¿Existirá la distancia en su cabeza?
     Solo y reflejado claramente en el río profundo del amor,
     "Trabajar, sin pretender ninguna recompensa", reza,
   
     Una oración elevada por su cuerpo enteramente,
     Pues él ha olvidado el ser, ha olvidado al ave
     Y, en la ribera, el nombre del río ha olvidado. 

Traducción de Pura López Colomé©De The Spirit Level, Faber & Faber, 1996.

1 comentario:

J.H. Betancourt Del Castillo dijo...

Heaney es una leyenda viva de Irlanda, él mismo encarna la unidad cultural de Irlanda en su persona, más allá del conflicto post colonial que es como una llaga que acompleja especialmente a muchos irlandeses del norte de la isla. Es increíble que siendo oriundo de esa parte, sea en Dublín donde hizo su residencia final y donde se le aclama como figura nacional. Es increíble su popularidad a ambos lados de la frontera, y al mismo tiempo su heroísmo de encarar públicamente que, por el mero hecho de que los irlandeses hablan y aman en inglés (que no en gaélico), Irlanda es un brazo de la lengua inglesa. Pertenencia al universo lingüístico de esa literatura en el sustrato cultural de la isla vecina, católica, céltica, casi pagana.
Con fuerza mística, con verdad espiritual, Heaney no hizo caso a SUS AMIGOS, quienes fueron los que más lo criticaron en su momento. Su verdad poética perduró al margen de cualquier alharaca ideológica, y así pudo finalmente inspirar a una generación a mirar a las dos Irlandas como él lo ve: con una frontera como una red de tenis, donde puedes jugar y competir por una hegemonía cultural (Belfast vs Dublín), pero de modo tal que sea sin dolor. Su sensibilidad se anticipó a la de la generación siguiente, que finalmente hoy siente y disfruta ahora de la riqueza y visión que el poeta percibió muchos años antes. Y eso fue lo que me pareció interesante para unir las 3 lecturas, Sócrates, Heaney y Sánchez Vázquez. Acercarme más al demonio familiar que le dicta la conciencia a Sócrates, como a Heaney, certidumbre también en la verdad poética, no sólo en la justificación racional de una “causa”. Es gran poesía porque su causa es la poesía misma, y en su carga la poesía tiene esa carga simbólica capaz de transformar conciencias y expresar ideales en momentos de crisis social.